Entró al bar, solo iba a buscar tabaco, aún podía liarse dos o tres con el Golden Virginia pero esos se los reservaba para cuando estuviera tranquilo, para cuando realmente le apeteciera fumar, y no cuando el vicio le obligara। El chesterfield que sacó era solo para pasar el domingo. Mañana ya era lunes y ya podría ir a comprar al estanco.
Se giró hacia la barra, cuando el camarero le miró Gerardo le hizo un gesto con el dedo señalando la máquina para que le desactivaran el control de menores. El camarero le guiño el ojo y le hizo un gesto de aprobación con la mano, Gerardo dio las gracias con un ligero movimiento de cuello.
La música estaba bajita, tanto que casi pudo oír el recorrido que hace el paquete de tabaco desde su refugio en la maquina hasta la temible claridad del hueco donde se recogen paquete y cambio.
Miró la hora, aún tenía tiempo para tomarse una cañita. Había quedado con una chica de la universidad que parecía tener interés en el. Llevaba tiempo mandándose mensajitos y soltando indirectas para probar el terreno y por fin se había decidido a quedar con ella a solas.
Pidió media pinta de Murphy’s, abrió el paquete de tabaco, se encendió un pitillo y se fue a una mesa a sentarse, dejó el plato con frutos secos que el camarero le había puesto con la cerveza, el nudo del estomago no le dejaba comer nada।
Al sentarse empezó a plantearse como iba a enfocar la situación, todo apuntaba a que la chica tenía interés en el, pero había tenido esa sensación con tantas otras que ya no se fiaba de nadie:
- “Yo ya no voy a picos”- recordó, y el solo esbozó una sonrisa।
Con la sonrisa en la boca, le pegó el primer trago a la birra y lo acompañó con una calada pensando que lo mejor era no esperar nada de nadie, que lo que tuviera que llegar llegaría, y que lo importante esta noche era acostarse igual o mejor que al levantarse, pero nunca peor.
Mientras cavilaba en como afrontar la noche bebiéndose su cerveza se fijó en una mesa que había al otro lado del bar con tres chicas jóvenes y al fijar la vista en una de ellas el estomago le dio un vuelco।
Gerardo tenía 28 años, ella debía tener unos 24, pero no la veía desde los 20। No estaba seguro si era o no era ella, pero se quedó mirándola, intentando encontrar alguna evidencia que le quitara las dudas, pero era casi imposible.
Estefanía; se habían conocido en el instituto, en la época rebelde de Gerardo, cuando solo le importaba el deporte, los amigos, y otras cosas menos sanas. Cuando creía que su familia le odiaba, cuando el mundo era una mierda y el intentaba arreglarlo desde su punto de vista.
Ella tenía 14 años, el 18; pero les dio igual. La gente habló, opino, criticó, pero les daba igual. Se amaban, un amor tan fuerte que el tiempo, la distancia, Dios, todos los dioses del Olimpo juntos, NADIE podía separarlos. El mundo sobraba alrededor era un elemento prescindible si se tenían el uno al otro. No había peleas, no había discusiones, las llamadas de teléfono se hacían eternas:
- Cuelga tu…
- No tu….
- No va, cuelga…
- 1….2….3…no has colgado
- Porque te quiero.
Nunca había despedidas porque cuando ella subía al autobús y aquel monstruo gigantesco se llevaba a su amada Gerardo cogía el móvil y la llamaba para decirle que la echaba de menos। El autobús no había llegado siquiera a la esquina.
Eran dos personas fusionadas en un ser completo, perfecto:
Ella era inteligente, el también
Ella era simpática, el también
Ella era educada, el también
Ella le quería, el también
Ella era preciosa, el…। El era muy simpático.
Se regalaron el gran tesoro de perder la virginidad juntos, podían pasar horas haciendo el amor, pero sentían mas placer cuando pasaban horas abrazados en la cama mirándose fijamente y diciéndose lo mucho que se querían। O leyendo poemas y relatos que se escribían cada dia.
Gerardo le dijo una vez:
- Te escribiré algo cada día que estemos juntos, si algún día dejo de escribirte habré dejado de quererte o habré muerto, que viene a ser lo mismo porque sin tu amor no quiero vivir।
Y así lo hizo, cada día durante 3 años, de lunes a domingo le daba una hoja arrancada de una libreta, un folio, una servilleta… algo con palabras tan bellas y sinceras que ella lloraba al leerlas y siempre respondía con un “te quiero” tan sincero como el amor que sentían el uno por el otro
Durante 2 años Gerardo cambió de instituto, Estefanía se fue un mes entero de viaje, pasaron por baches durísimos como no poder verse todos los días porque los horarios de uno y otro en los distintos institutos no les permitían demostrarse su amor los 7 días de la semana; y tantas otras cosas que hubieran hecho mella en cualquier pareja, pero ellos aguantaron, siguieron juntos, siguieron queriéndose, hasta que llegó un día en que para él, ella no era tan perfecta। Tenía cosas de cría, reacciones que él no soportaba, comentarios que dolían. Gerardo tuvo un ataque absurdo de celos que Estefanía nunca le perdonaría. Y todo esto fue manchando la perfección de la historia de amor más bella jamás contada y vivida hasta que pasó lo inevitable.
Habían pasado 8 años desde que aquel cuento de hadas había terminado। Gerardo intento hacer realidad su promesa. Dejó de escribirle cosas a diario aún sin dejar de amarla e intento acabar con su vida, pero un grupo de indeseables, asquerosos y malvados amigos lo impidieron. Impidieron que Gerardo se fuera abajo, le demostraron que Estefanía no era la única persona que le amaba en este mundo. Descubrió que su familia no le odiaba, todo lo contrario, le quería mucho más de lo que cualquier otra persona en este mundo podría quererle jamás, y empezó a conocer mujeres guapas, simpáticas, encantadoras, que le hacían sentir un hormigueo en la espalda cuando le besaban, que le devolvieron las ganas de levantarse por las mañanas…
Y al tercer año…..resucitó.
Ocho años, Gerardo no era en lo absoluto la misma persona que hace 8 años. Había aprendido muchísimo en todos estos años. Había aprendido a quererse a si mismo y a darse cuenta de lo que valía en realidad.
Sabía que siempre había que caminar hacia delante porque lo que dejamos atrás ya lo conocemos y lo que podemos encontrar andando el camino seguro que es más interesante que lo que ya hemos pasado.
Había pensado muchas veces como sería un reencuentro con Estefanía después de tanto tiempo, incluso alguna vez había pensado en que decirle. Pero ahora la tenía allí… o no… pero el caso es que si no era ella, se le parecía una barbaridad.
Pensó en levantarse e ir a saludar, pero no lo hizo. Ella pasó cerca de el varias veces y él la miro para encontrar esa prueba que le borrara las dudas, pero aun las tenía. Sin darse cuenta se había fumado medio paquete de tabaco y el vaso de cerveza se lo habían llevado en algún momento de su viaje al pasado.
Recordando, a su manera, lo que había sido la relación con Estefanía se había dado cuenta de que aquello no fue nunca amor, si no dependencia. Aunque aquello no importara, habían sido 3 años preciosos en los que se sintió poderoso, en los que fue lo más importante para alguien.
Un zumbido en la mesa le puso los pies en tierra, era un mensaje:
“Hola guapísimo, me vas a matar pero te va a tocar esperarme 10 minutillos mas. Luego te cuento. Tengo muchas ganas de verte. Un beso niño”
Sonrió. Volvió a la maquina. Se giró hacia la barra, le hizo al camarero un gesto con el dedo señalando la máquina:
- “Fumar es malo Fiti”- le gritó el camarero con acento argentino desde la barra
No pudo evitar reírse. Pidió otra cerveza, camino de la mesa se cruzo con aquella chica. Clavo su mirada en su rostro, ella le miro:
- “Hola, tienes fuego?”
No era Estefanía, sin duda era un calco de aquella niña que un día le robo el corazón, debía tener la misma edad que ella debe tener ahora, y era casi tan guapa como su antigua amada, quizás mas…
- “perdona,.. fuego?”
- “eh?.... ahh, si, si perdona
La chica de puso un cigarro en la boca y Gerardo le dio fuego sintiéndose imbécil por el ridículo que acaba de hacer:
- Muchas gracias
- De nada. Perdona. Como te llamas?
- Esperanza, tu?
- Gerardo
- Encantada Gerardo, y gracias por el fuego
- De nada.
Gerardo se fue a la mesa con su cerveza y una sonrisa de oreja a oreja. Se sentó y saco el Golden Virginia, se lió un pitillo y se lo encendió. Con el humo de la primera calada se fue el nudo del estomago; desapareció la preocupación del “que puedo decirle”. Cogió el teléfono:
“No te preocupes princesa, no tengo prisa, puedo esperarte el tiempo que haga falta, lo difícil va a ser dejarte ir. Te veo en media horita. Besicos”
Se estaba guardando el tabaco de liar para cuando estuviera tranquilo, relajado, sin preocupaciones en la cabeza… para un momento como este.
No era Estefanía, y si lo hubiera sido tampoco hubiera pasado nada. Esperanza; Gerardo no creía en señales ni en el destino ni en esas mamonadas, pero le resulto curioso lo del nombre.
Ahora ya sabía que era totalmente imposible que el y Estefanía volvieran a encontrarse, porque aquellos dos adolescentes que se amaron hasta la enfermedad solo eran dos personajes de alguna bella canción, de algun cuento, de alguna historia contada por un romantico. Y lo mejor era conservarlos asi. Tanto se habían querido que acabaron haciendose daño, asi que mejor guardar el cuento de hadas y borrar la realidad.
Aún le quedaban 20 minutos para recoger a Rebeca, acabo las últimas caladas del pitillo. Se terminó la cerveza y se levantó de la mesa. Al ir a pagar se vió reflejado en un espejo que había en la barra, se vió guapo, se vio atractivo, se vió bien:
- Debo ir muy pedo-penso- pero me da igual.
Le devolvieron el cambio. Miró hacia la mesa donde estaba Esperanza y se despidió con la mano. Ella le respondio con una sonrisa y un “hasta luego” apenas perceptible.
Se subió en el coche, cogió un chicle para intentar ocultar el aliento a tabaco y buscó un recopilatorio de “Marea” que el mismo había hecho:
- “En fin, a trasegar, sin mas, ni mas”
Le sonó el movil, era un toque de Rebeca. Sonrió salió a la carretera y se puso a cantar en el coche como si estubiera en un concierto dispuesto a triunfar esa noche y demostrarle a la preciosa rebeca lo que era besar de verdad.
Lo que pasó esa noche… bueno… eso es otra historia.
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